Schumann / Chopin / Brahms 27/01/23

Jesús Herrera | Tlaqná
Obertura Genoveva, opus 81 / Segundo concierto para piano, opus 21 / Primera sinfonía, opus 68
Un concierto romántico El programa de esta noche es representativo del romanticismo, con obras de compositores canónicos: dos alemanes y un polaco: Robert Schumann (1810-1856), Fryderyk Chopin (1810-1849) y Johannes Brahms (1833-1897). Los tres son reconocidos tradicionalmente en la historia de la música europea como figuras de primera línea, si bien Chopin se ha considerado como personaje “menor”, tanto por no abordar la forma sonata –salvo de manera ocasional– como por otras razones. Entre ellas se encuentra su “otredad étnica” así como lo “afeminado”, “poético” y “emotivo” de su música, miradas que expresó, entre otros, Ferruccio Busoni (1866-1924). Entre mis ideas iniciales para estas notas estaba incluir la imagen de Franz Liszt frente al piano, que Josef Danhauser pintó para un constructor vienés de pianos en 1840. Este cuadro presenta una mirada al romanticismo en la intimidad del salón: es una escena ficticia que retrata a Liszt tocando para Victor Hugo, Hector Berlioz, Gioacchino Rossini, Alfred de Musset, George Sand y Marie d’Agoult. Todos ellos, salvo la última, miran hacia un busto que está sobre el piano: el de Ludwig van Beethoven, quien había muerto en 1827, pero cuya presencia estaba tan viva entonces como hoy. El “efecto Beethoven”, como lo llama Nicholas Cook en De Madonna al canto gregoriano (2001), refiere a la influencia dominante de la música de ese compositor que fijó el estándar para comparar y valorar cualquier obra de otros autores. Aquí hay que reconocer una visión política encubierta que pretende afirmar la superioridad de la música alemana sobre cualquier otra. Podemos ver lo anterior en las expresiones “Las tres Bes” y “La Santísima Trinidad”, que refieren a Bach, Beethoven y Brahms como los mayores compositores de la historia de la música. En una sala de conciertos mexicana, un problema de esta visión radica en que aquí la música de Beethoven no se conoció sino muy parcialmente durante el siglo XIX, el del romanticismo. Fue hasta el siglo XX que Julián Carrillo dirigió por primera vez en México las nueve sinfonías de Beethoven. Si los compositores del siglo XIX mexicano no conocieron cabalmente la música del autor alemán, ¿cómo podrían acercarse a ese modelo? El cuadro de Danhauser es representativo y aparece en las portadas de dos libros importantes sobre el tema: The Romantic Generation de Charles Rosen (1995), que da una visión de la música europea desde la muerte de Beethoven hasta la de Chopin, y el volumen 3 de The Oxford History of Western Music, titulado Music in the Ninteenth Century, de Richard Taruskin (2010). Este último, al decir de su autor, cubre el llamado “periodo romántico” de la música en Europa, que comenzó en el último cuarto del siglo XVIII. Incluir el cuadro de Danhauser parecía una buena idea, pero tiene un problema para el programa de hoy: que no incluye a ninguno de los autores de las obras que escucharemos, salvo a Beethoven, que esta noche aparecerá simbólicamente como busto de mármol y no como figura de carne y hueso. Con o sin imágenes, el programa nos da una visión panorámica de la música europea del siglo XIX. Escucharemos una obertura de ópera, un concierto para piano y una sinfonía. La ópera fue una faceta de la música romántica tan importante como la música instrumental. El concierto para instrumento solista y la sinfonía encarnan la llamada “música absoluta” (término bastante controvertido que refiere a la música “pura”, desprovista de todo lo “extramusical” como textos, imágenes y representación dramática), que fue cultivada en el siglo XVIII por Haydn, Mozart y Beethoven, quienes la heredaron a los compositores del siguiente siglo (y, por otro lado, es un bastión del mito de la supremacía de la música alemana). Por último, el piano fue el instrumento rey del siglo XIX y fue el preferido tanto de Beethoven como de Schumann, Chopin y Brahms. 1. Robert Schumann, Obertura Genoveva, opus 81 (compuesta en 1847) SIGFRIDO ¡Ha pasado tan poco tiempo desde que te encontré y ya el cruel destino me arranca de tu lado! GENOVEVA Aunque estemos separados, nos une un sagrado vínculo. ¡Hasta los más apartados confines de la tierra llega la mirada del amor! Libreto de Genoveva Genoveva no es una de las obras más representativas de Schumann, quien es conocido fundamentalmente por sus piezas para piano y sus lieder, aunque compuso también cuatro sinfonías, música de cámara y otras obras. A pesar de que durante su vida mostró un gran interés en la ópera, esta es la única obra del género que concluyó. Comparte un poco el destino de su poema dramático Manfredo, opus 115: sus oberturas se programan con frecuencia, lo que no sucede con las obras completas correspondientes, que se tocan o graban muy rara vez. Genoveva es una ópera en cuatro actos cuyo libreto escribieron Schumann y Robert Reinick, basados en el libro homónimo que Friedrich Hebbel publicó en 1841. Sus personajes principales son Sigfrido (conde de Tréveris), Genoveva (su esposa), Golo (lugarteniente de Sigfrido) y Margarita (hechicera y antigua nodriza de Golo). La trama se ubica en el siglo VIII cuando los musulmanes de la península ibérica, dirigidos por Abderramán, invadieron parte de Francia. Para combatirlos, el comandante del ejército franco, Carlos Martel, pidió a Sigfrido que se uniera con sus hombres, por lo que los recién casados Sigfrido y Genoveva deben separarse. Así da inicio la historia. El libreto recibió diversas críticas desde el inicio y el estreno de la ópera tuvo que esperar debido a las revoluciones de 1848 que trajeron consigo cambios de régimen en Europa. La obra ha permanecido prácticamente ignorada, aunque sí existen algunas grabaciones, comenzando por la de 1976 con Kurt Masur al frente de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. Los invito a conocer la ópera completa porque se trata de una obra que vale la pena reevaluar: es hermosísima y muy interesante desde el punto de vista musical. Como sea, lo único que haremos esta noche es escuchar la obertura, que muchas orquestas importantes programan regularmente. En cuanto a las características musicales, sólo diré que incluye una introducción y que inicia en Do menor, pero hacia el final se traslada a Do mayor, donde termina. Cabe señalar que ambas particularidades están presentes en obras de Beethoven. 2. Fryderyk Chopin, Segundo concierto para piano, opus 21 (compuesto en 1829) Chopin escribió el Larghetto de este concierto para cantar mi amor por ti. Un pianista enamorado Este concierto de Chopin, que conocemos como el segundo, fue compuesto en 1829 y publicado en 1836, mientras que el que conocemos como el primero data de 1830 y se publicó en 1833. Esto es similar a lo que ocurrió con los primeros dos conciertos para piano de Beethoven. La obra que escucharemos hoy está en la tonalidad de Fa menor, que resulta ser el cuarto grado de Do menor, la tonalidad de inicio de la obertura de Schumann, de modo que la transición de una obra a otra se sentirá muy lógica. Cabe mencionar que la producción de Chopin es fundamentalmente para piano, incluyendo algunas canciones y música de cámara. Todas sus obras orquestales –sólo seis– son para piano y orquesta: los dos conciertos para piano, sus Variaciones sobre un tema del ‘Don Giovanni’ de Mozart, la Fantasía sobre aires polacos, el Gran rondó de concierto (Krakowiak) y su Gran polonesa brillante. Simbólicamente podemos interpretar los tres movimientos del Segundo concierto de Chopin como un tríptico de la vida musical de la primera mitad del siglo XIX. Es posible ver el primer movimiento como música instrumental “absoluta”, que aquí inicia con una idea musical “pura” expuesta por la orquesta, inmediatamente repetida por el piano. Podemos considerar el segundo como una alusión directa a la ópera, pues se trata de una lírica melodía en el piano acompañado por la orquesta, que le da el carácter de aria. El último movimiento lleva consigo la danza, ya que tiene características de mazurka. A sus 19 años, en la Escuela de Música de Varsovia, Chopin conoció a la estudiante de canto Konstancja Gladkowska, de quien se enamoró. El compositor contó que era ella quien estaba en su mente cuando compuso el movimiento lento de su concierto. No es casual que este movimiento parezca un aria que fácilmente nos pueda remitir a los terrenos del amor. Chopin escribió que ese movimiento “no quiere crear un efecto poderoso, es más bien un romance, calmo y melancólico. […] Es una clase de ensueño a la luz de la luna en una hermosa noche de primavera”. 3. Johannes Brahms, Primera sinfonía, opus 68 (terminada en 1876) Cualquiera podría notarlo [refiriéndose al parecido entre uno de los temas del final de su primera sinfonía con el famoso tema de la “oda a la alegría” de la última sinfonía de Beethoven]. Johannes Brahms En 1853 Schumann escribió que Brahms –quien a sus 20 años todavía no había escrito nada para orquesta– tenía gran potencial y sería el heredero de Beethoven. Debe haber sido difícil vivir y componer luego de recibir el halago y el peso de una crítica positiva tan contundente como la de Schumann. Y lo fue a tal grado que Brahms afirmó en 1873 que nunca escribiría una sinfonía. No cabe duda de que el espíritu de Beethoven ronda cercano por la sinfonía que escucharemos hoy, pues hay varias características musicales que lo delatan. Para empezar, la tonalidad de inicio de la obra de Brahms es Do menor, pero termina en Do mayor, igual que la Quinta sinfonía de Beethoven (y que la Obertura Genoveva de Schumann). Y, por cierto, después de haber pasado por Do menor/mayor en la primera obra de esta noche y luego por Fa menor en la segunda, sentiremos un regreso a casa al llegar a nuestro Do menor del inicio. Otra característica común entre ciertas obras de Beethoven y la Primera sinfonía de Brahms es la presencia de introducciones en algunos movimientos: en el caso de Brahms sucede en el primero y el cuarto, que son los de mayor envergadura. Por otra parte, encontramos motivos musicales en esta sinfonía que evocan motivos concretos en obras correspondientes de Beethoven. Uno de ellos es el motivo rítmico de las cuatro notas iniciales de la Quinta sinfonía de Beethoven (la “llamada del destino”), que aparece en el primer movimiento de la obra de Brahms. Otra relación intertextual es el parecido entre uno de los temas del final de la Primera sinfonía de Brahms con el famoso tema del final de la Novena… de Beethoven (la “oda a la alegría”). Al respecto, dice Rubén López Cano en Música dispersa (2018): “Si Beethoven y Brahms hubieran creado sus respectivas sinfonías después de la segunda mitad del siglo XX, es muy probable que ellos, sus herederos, representantes legales o los dueños de sus derechos, se hubiesen enfrentado en un juicio por apropiación indebida” (p. 23). Afortunadamente ambos vivieron en el siglo XIX. Colofón Termino estas notas con cinco líneas que resumen las ideas expuestas al inicio y que plantean temas para reflexionar. Beethoven y Brahms han servido para simbolizar la cumbre del romanticismo. Pero no son los únicos ni los mejores, como algunos han querido señalar. Y Schumann está entre los dos, conectándolos y aportando sus creaciones. Junto a ellos es preciso considerar compositores románticos de otros lugares. Hay grandes autores, como Chopin y muchos más, dentro y fuera de Europa.