Haydn / 09/06/23
Haydn, ¿ilustrado?
Para afirmar o negar la frase anterior habría que comenzar por definir la Ilustración, lo cual puede parecer gratuito, es un tema básico en la escuela. Sin embargo, no lo es: hubo varias, incluso muchas, Ilustraciones, con posturas a menudo contrapuestas, desde Les Lumières en Francia, de tendencia anticlerical, hasta la pragmática Aufklärung en Prusia y Austria, de carácter más bien pragmático y reformista, pasando por el Illuminismo italiano, de talante humanitario y ético. A pesar de sus diferencias estas corrientes tenían algo en común: considerar que la razón debía tener un peso mayor del que hasta entonces había tenido y que era un poderoso instrumento para cambiar la realidad. En suma, la Ilustración no fue tanto un conjunto de ideas fijas como un proceso o una actitud; señala Tzvetan Todorov en El espíritu de la Ilustración que “fue más un período de debate que de consenso”.
Que Haydn fuera un ilustrado no tiene que ver sólo con que suscribiera estas ideas sino, también, con el hecho de que ésta condicionaba su vida. Estuvo al servicio, por más de 40 años de los Esterházy, la más importante dinastía húngara, que a su vez era uno de los baluartes de los Habsburgo. Los príncipes Esterházy eran capitanes del ejército del Imperio Austro-Húngaro, ganaron ese puesto en las batallas lucha contra el Turco (el imperio otomano) y lo refrendaron en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) contra Prusia y sus aliados. En razón de esto, los Esterházy tenían la prerrogativa de que su servidumbre tuviera el rango de oficial, con lo cual ¡Haydn era oficial de los ejércitos austríacos! El nombramiento podría parecer meramente honorario pero tenía un efecto real en la vida cotidiana de los músicos de la orquesta de la Corte: un horario estricto en todas sus actividades, compartían la mesa con los soldados del regimiento y el alojamiento de los solteros era estrictamente vigilado. Ese orden se debía a que el príncipe Nikolaus, el segundo de los tres patrones Esterházay que tuvo Haydn, fue un ilustrado que realizó una serie de reformas administrativas eb los territorios de la familia, colocando como regente a un militar que reorganizó la hacienda y multiplicó su riqueza; en suma, al igual que Federico el Grande en Prusia o Carlos III en España, Nikolaus Esterházy era un conspicuo representante del despotismo ilustrado.
A su vez el término “despotismo” tiene una razón de ser, el poder que tenía las familias más encumbradas de la nobleza era extraordinario, los Esterházy eran amos y señores de 60 ciudades, 414 pueblos y 21 castillos, en sus territorios controlaban de forma absoluta la principal fuente de riqueza: la tierra. Nikolaus conoció Versalles y, de vuelta a casa, desecó un pantano y construyó en esos terrenos uno de los palacios mas espléndidos de Europa, con una biblioteca que contenía 75 000 volúmenes y un teatro de 400 lugares. Al mismo tiempo subió en un tercio el salario de Haydn, cuya actividad principal pasó a ser la composición e interpretación de óperas a un ritmo frenético ¿Queda alguna duda de cuanto influía el contexto no sólo en la vida sino en la producción musical de este compositor? Por ejemplo, su contrato señalaba en su apartado tercero “cuando la orquesta deba reunirse oara tocar ante invitados, el vice-Kapelmeister [Haydn] y los músicos han de presentarse uniformados y el mencionado Joseph Heyden [sic] deberá ocuparse de que él y todos sus subordinados sigan las instrucciones dadas, se presenten con medias blancas, ropa, empolvados y con cola de caballo o peluca, todos deben tener el mismo aspecto”. Más todavía, cuando el Príncipe aparecía en el salón, Haydn debía arrodillarse y besar el borde de su manto.
A nosotr@s, contemporáneos del mito del artista como héroe, todo esto puede ser chocante, pero en la sociedad estamental del Antiguo Régimen el caso de Haydn, hijo de un carretero, era un caso de indudable ascenso social. Por ello, August Griesinger, su primer biógrafo, señala “el padre de Haydn disfrutó aún del placer de ver a su hijo vistiendo la librea azul con ribetes dorados de esa familia y de oír de la boca del Príncipe numerosos comentarios laudatorios sobre el talento de su hijo”.
Desde hace algunos años la producción histórica sobre la Ilustración ha explorado numerosos temas, ha visto que si nosotros consideramos como emblemática la Enciclopedia, o Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios (1751- 1772) de Denis Diderot y Jean le Rond d'Alembert, en la Francia de aquella época eran mucho más leídos otros tipo de materiales como panfletos, revistas e incluso manuscritos que circularon de mano en mano; asimismo, si nosotros pensamos en Voltaire y Rousseau hubo autores más conocidos que ahora ya nadie recuerda; es decir, la historia de la Ilustración no puede ser sólo la de autores y obras sino también debe ser la del mercado editorial, y mucho más: no menos importantes fueron, como transmisores de las nuevas ideas y actitudes, las conferencias públicas, las bibliotecas (públicas también, como las parisinas que describe profusa y admiradamente Fray Servando Teresa de Mier en sus Memorias) y los cafés, entre otros lugares, al cual debe sumarse otro espacio: el de los conciertos, ya sea el salón de música de un palacio, las estancias privadas de un noble o un próspero burgués o la naciente sala de conciertos públicos, de la cual Tlaqná es heredera.
La isla deshabitada, ópera seria, se estrenó en el palacio de Eszterháza en 1779, con motivo del cumpleaños del príncipe Nikolaus; el texto es del libretista más afamado del siglo XVIII, Pietro Metastasio, quien la había escrito para la corte de Madrid. La obra trata de una familia que viaja en barco desde Europa a América y, al hacer una parada en una isla, un pasajero es secuestrado por los piratas; su esposa queda varada en la isla, en la cual sobrevive durante 13 años, al cabo de los cuales el marido regresa, tras escapar de los piratas. La obertura muestra la capacidad de Haydn para plantear un drama y una narrativa en términos musicales, habilidad que llevará a su culminación en sus oratorios La creación (1798) y Las estaciones (1801). Para quien sólo haya escuchado sus sinfonías y cuartetos la audición de esta pieza será una revelación.
Se atribuyen a Haydn alrededor de 11 conciertos para violín pero los expertos han validado como suyos cuatro (uno de ellos, el 4, perdido mucho tiempo, fue redescubierto a finales de los años 40 y publicado en 1951). Haydn lo escribió, desde luego, para la orquesta del palacio Esterhaza y, como anotó de su puño y letra en una de sus partituras, “fatto per il liugi”, es decir, para Luigi Tomasini, concertino de la orquesta. El concierto se compone de tres movimientos y es un magnífico ejemplo de transición del género entre el barroco y el clasicismo, ya más cerca del segundo pero con clara reminiscencias del primero, como el uso de clavecín como bajo continuo. Haydn tocaba varios instrumentos pero no era virtuoso en ninguno, s hay otro elemento al que daba primacía. Su primer biógrafo, Greisinger, señala:
criticaba que ahora compongan tantos músicos que no han aprendido nunca a cantar, que tienen el canto casi entre las artes perdidas y que en su lugar dejan predominar a los instrumentos. Haydn concedía primacía al canto italiano y aconsejaba a los artistas en ciernes que estudiaran el canto en Italia y la música instrumental en Alemania. El clima de Italia ya contribuye a la flexibilidad de la voz.
Justamente este concierto permite distinguir, especialmente en el segundo movimiento, la estrecha relación de Haydn con la voz humana: el violín canta.
Desde su palacio, Haydn era el compositor más conocido de Europa, en la década de 1780 en Francia y Alemania sus obras eran las más impresas, y abundaban las ediciones piratas. Fue esta fama la que lo llevo a Francia y a Inglaterra en sendos viajes triunfales que se tradujeron en dos ciclos fundamentales para la historia del género: las seis sinfonías París, de la 82 a la 87 (1785-1786) y las doce Londres (1791-1795), de la 96 a la 104. Ahora bien, hay un ciclo previo, menos conocido, producto también de un viaje Londres en 1782, la Ópera de esa ciudad quería contratarlo … pero nunca se realizó. Su tarjeta de presentación constaba de tres sinfonías, de la 75 a la 78; como señala H. C. Robbins Landon: “era una idea típica del siglo XVIII y directamente desarrollada con el desarrollo de la impresión musical a gran escala: a los editores les gustaba publicar música en series”. Así, puede verse que no puede entenderse el arte, la música, las ideas, sin tomar cuenta el mercado editorial, desde las editoriales hasta los consumidores.
Y justamente en aras de la distribución de los productos musicales y de las dinámicas sociales de la Ilustración, estrechamente relacionadas con el comercio, con la política y con los imperios trasatlánticos es que en La teoría de la música (ca. 1820) publicada en la Nueva España por el compositor español Narciso Sor de Sanz, hay numerosos ejemplos tomados de Haydn. Sort, por cierto, fue un militar realista que combatió las tropas de Miguel Hidalgo en Guadalajara y dirigió la orquesta y el coro para las misas con que se conmemoraron los triunfos realistas sobre los insurgentes. Como se ve, si en la actualidad tenemos un imaginario que separa las actividades políticas y marciales de las culturales en realidad siempre han estado relacionadas… y el presente no es la excepción.
La sinfonía 78 tiene esta noche su estreno absoluto en Xalapa, no es una de las sinfonías más conocidas y, sin embargo, es una de las más importantes, de entrada porque “probablemente no haya otro movimiento sinfónico de Haydn que tenga un cromatismo experimental tan notable como el movimiento de apertura de esta sinfonía” como señala el autor de la nota del sitio especializado en sus sinfonías https://www.haydn107.com/. Por ello, como señala H. C. Robbins Landon, el primer tema de este primer movimiento es utilizado por Mozart, en forma de variación, en el primer movimiento de su Concierto para piano número 24 (1786). (Paradójicamente este elemento turbio, potencialmente desestabilizador, es el que convierte a estas obras en representantes de la Ilustración, en la que no todo es equilibrio y armonía sino hay también debate y revolución: Sturm und Drang, “Tormenta e ímpetu” para decirlo con el lenguaje de la época). Más importante, señala, “Mozart aprendió de Haydn en primer lugar el acercamiento intelectual a la forma sonata”. Y es justamente el desarrollo de esta forma como estructura narrativa, como gramática, como molde a un tiempo expandido y sintético, lo que ha colocado a los productos de este período (sinfonías, sonatas para instrumento, tríos, cuartetos) como el repertorio canónico del siglo XX y lo que va del XXI.
Los tres movimientos restantes contienen las características asociadas con la obra de Haydn en el imaginario popular: un Adagio apacible, ordenado; un menuetto que conjunta la estilización cortesana, galante, con un trío de claro sabor rural (tan gustado por el público de entonces y tan criticado por los eruditos del Norte, en Hamburgo y Leipzig) y un Finale jocoso, rítmico, alegre, que recuerda otra elemento clave de la Ilustración: el humor, la risa, el cuestionamiento de la etiqueta y de lo solemne. Haydn, ilustrado, por ello en sus viajes a Londres anotaba en cuadernos lo que más le llamaba la atención; hay muchos apuntes sobre música pero muchos más sobre cosas cotidianas. Haydn, creador y cronista de su tiempo, que nos ha enviado un mensaje al nuestro.