Borodin / Debussy / Rachmaninov 01/09/23

Enrique Salmerón | Tlaqná
En Las Estepas de Asia Central / Nocturnos / Concierto Para Piano N.3 /
Una noche de ensoñación y arte musical El programa de esta noche está integrado por obras que nos brindan un agradable momento de placidez, del disfrute de la música como elemento para encaminar a los sueños y las emociones sin que se pierdan sus contextos compositivos. En el caso de En las estepas de Asia Central (1880), del ruso Aleksandr Borodin (1833-1887) –quien cumple 190 años de nacimiento este 2023 –, nos encontramos con una bellísima y corta obra con un manejo excelente de la instrumentación, que permite recrear ambientes sonoros para acercarnos con la imaginación a las frías estepas del Cáucaso. Desde su introducción, con una nota prolongada de las cuerdas, nos sumerge a esas largas noches heladas. Lentamente podemos escuchar el avance de una caravana, surgiendo en la lejanía una antigua melodía rusa. La entrada de unos pizzicatos en los bajos nos indica el andar pausado de caballos y camellos, que avanzan entre los caminos congelados y áridos de la estepa. Si escuchamos con atención, aparece un tercer tema melódico que simboliza los pueblos de Asia Oriental, con una melodía sencilla y melancólica. Finalmente, el compositor “juega” con los tres temas, reafirmando el encuentro cultural entre la caravana oriental, escoltada por soldados rusos, a través de la estepa. El propio Borodin lo señala en el manuscrito de su partitura: “Las notas de las melodías rusas y asiáticas se unen en armonía, que languidece al tiempo que la caravana desaparece en la distancia”. Este poema sinfónico en su origen pretendió relacionar las culturas rusas y asiáticas bajo un concepto de identidad nacionalista, que fue importante para la convivencia entre ellas. Continuando con el despertar de emociones, nos acercamos a la sutileza sonora de Claude A. Debussy (1862-1918), cuya inspiración son las paletas de colores de los pintores impresionistas como Monet o Renoir y la poesía simbolista de Verlaine, Mallarmé y Rimbaud. La influencia de estos autores logró que el compositor francés escribiera las más bellas páginas musicales fincadas en un estilo especial, como parte de la modernidad que estaba transformando el mundo de principios del siglo XX. La noche inspiró en muchas ocasiones a Debussy. En su Suite bergamasque (1890) podemos escuchar uno de los más precisos ejemplos musicales, “Claro de luna”, una pieza de juventud cautivadora, con la que podemos apreciar una sutil referencia al cielo nocturno. Se inspira en algunos versos de Paul Verlaine: “Al tranquilo claro de luna, triste y bello / Que hacen sonar los pájaros en los árboles…”. Este cielo nocturno nos lleva a una de sus composiciones orquestales más significativas, los Nocturnos (1897-1899), un tríptico orquestal inspirado en tres obras del mismo nombre del pintor impresionista norteamericano James McNeill Whistler (1834-1903). Sus tres movimientos tratan de evocar, a través de los sonidos, imágenes sutiles de las impresiones y efectos de luz de una noche (Brook 1946, 168). “Nuages” (“Nubes”) nos invita a imaginar el movimiento lento de las nubes que se mecen por el viento, con ese tono gris con el que finaliza un día. “Fêtes” (“Fiestas”) es un movimiento que, como su nombre lo dice, es festivo, con momentos luminosos pero sutiles a través de un cielo cósmico. “Sirènes” (“Sirenas”), como el propio Debussy menciona, “representa el mar y su inextinguible movimiento; sobre las olas en las que centellea la luz de la luna, se escucha el misterioso canto de las sirenas, riendo a su paso” (p. 169). Este año se cumplen 150 años del nacimiento y 80 años del fallecimiento del compositor ruso Sergei Rachmaninov (1873-1943), uno de los más importantes representantes del Posromanticismo ruso. Su Concierto para piano n.° 3, op. 30 es quizá una de las obras más significativas del repertorio pianístico: compuesto en 1909, pretendió desde su génesis mostrar el talento pianístico del compositor y, por lo tanto, una gran exigencia musical y técnica; en comparación con otros conciertos, es muy demandante. Esta obra implica un tour de force , por lo que su ejecución en las salas de concierto es muy escasa en proporción de su Concierto para piano n.° 2, op. 18 (1900-1901) y la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934). El tercer concierto está integrado por tres movimientos; cada uno refleja el alto nivel que logra la composición. Un aspecto que resalto es que el uso de la tonalidad de re menor evoca giros melódicos del Barroco; sin embargo, su tratamiento armónico lo ubica en una modernidad más compleja. Su segundo movimiento presenta breves alusiones a su segundo concierto. En cuanto al tercero, nos hace escuchar reminiscencias melódicas del primer movimiento, de manera variada, lo que amplía su estructura musical. Esta obra ha sido poco interpretada por la OSX debido a la exigencia ya mencionada; sin embargo, la primera ocasión que se hizo fue hace 60 años. Aquí presento el relato.