Copland / Vázquez / Higdon / Bernstein 29/09/23

Theo Hernández | Tlaqná
Cuatro Danzas de Rodeo / Cántico In Memoriam Marlo Lavista / River Sings A Song To Trees / Danzas Sinfónicas de West Side Story
De evocaciones, bailes y paisajes Copland: Rodeo Hacia finales del siglo XIX y principios del XX hubo una serie de transformaciones sociales y políticas nunca antes vistas en el panorama internacional: la ascensión de los Estados Unidos de Norteamérica como gran potencia, la Guerra Mundial y la Revolución soviética cambiaron la distribución económica y el mapa del planeta. Por otro lado, los medios de comunicación masiva alteraron la percepción de los públicos de una forma que Marshall McLuhan (1911-1980) describiría lapidariamente como “el medio es el mensaje”. En este contexto, Estados Unidos, sin una escuela propia de composición y con un enorme poderío económico, apostó por importar músicos, de los cuales Dvo?ák (1841-1904) y Mahler (1860-1911) son un ejemplo temprano. El medio musical se enriqueció con patrocinios a las orquestas de Nueva York, Boston, Chicago, Cincinnati y Filadelfia –entre las más conocidas– y visitas de intérpretes de fama mundial como Enrico Caruso, Arturo Toscanini, Fiódor Chaliápin y Luisa Tetrazzini. Lo que hacía falta eran creadores propios que impulsaran una propuesta original. Aaron Copland (1900-1990) sería uno de los pilares del “nacionalismo norteamericano”. Oriundo de Brooklyn (Nueva York) e hijo de inmigrantes judíos provenientes de Lituania, su acercamiento inicial a la música se lo debe a su hermana Laurine, quien lo introdujo al rag time y a la ópera. Posteriormente tomó clases con Rubin Goldmark (1872-1936), Victor Wittgenstein (1886-1961) y Clarence Adler (1886-1969). En 1921 se traslada al Conservatorio Americano de Fontainebleau, en Francia, donde continúa sus estudios de piano con Ricardo Viñes (1875- 1943) y de composición con Nadia Boulanger (1887-1979), quien sería su influencia más grande como compositor. El catálogo de Copland es grande y variado; puede decirse que responde a las necesidades del momento. Sus obras más nacionalistas toman elementos del folclor y lo integran de forma magistral creando un lenguaje fuertemente personal a la vez que original. Tal es el caso del ballet Rodeo, con coreografía de Agnes De Mille (1905-1993) para los Ballets Rusos de Monte-Carlo. En su estreno en el Metropolitan Opera de Nueva York en 1942 tuvo un éxito espectacular, logrando el estatuto de la coreografía más conocida de De Mille. El argumento trata de una joven que intenta impresionar a un capataz con sus habilidades para las diferentes suertes de movimientos vaqueros, pero no lo logra hasta que se viste de manera más femenina. La versión para concierto fue hecha por el mismo compositor, reduciendo solo lo esencial. Copland, además de compositor, fue un gran pedagogo –demostrándolo en su libro Cómo escuchar la música (Fondo de Cultura Económica), un clásico de la apreciación musical–, director de orquesta, pianista, crítico y militante de izquierda, lo cual le hizo ser investigado durante el macartismo. Vázquez: Cántico a la memoria de Mario Lavista Hebert Vázquez (1963) es poseedor de un lenguaje propio con gran atractivo y se ha distinguido por una sólida técnica puesta al servicio de una rara expresividad, cuya principal característica es captar la atención del escucha, incluso aquel que no está al tanto de la música contemporánea. Su obra, que ya en una época temprana de su producción adquiría un sello propio, es variada en cuanto a dotaciones instrumentales y estructuras. Su currículum nos da pistas sobre su impecable factura: estudió primero composición en el Conservatorio Nacional de Música con Mario Lavista (1943-2021) y guitarra con Marco Antonio Anguiano (1951-2000); continuó la maestría en Composición en la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh, bajo la guía de Leonardo Balada, Lukas Foss y Reza Vali; finalmente, se doctoró en Composición en la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá). La amistad que Hebert Vázquez tuvo con Mario Lavista inició cuando fue su alumno; poco después, al escuchar su música, comenzó una auténtica admiración: esto sucedió en un concierto con motivo del ingreso de Lavista a la Academia de Artes el 8 de diciembre de 1987 en el Museo de San Carlos. El mismo Vázquez recuerda: El concierto fue una revelación, no se parecía a nada que yo conociera anteriormente, no podría describir la emoción que sentí al escuchar esa música inédita que no refería a nada que yo hubiera escuchado antes… y poseía un caudal expresivo que parecía inagotable… La relación entre ambos compositores solo se vio interrumpida con la muerte de Lavista. A propósito de Cántico a la memoria de Mario Lavista, escribe el compositor: En la tradición de concierto occidental se suele atribuir a los instrumentos de doble caña una capacidad para la expresión de lo trágico, lo solemne, o de emociones como la aflicción y el desconsuelo… Siguiendo esta tradición, mi obra Cántico (2022) para oboe, corno inglés solistas (interpretados por un solo instrumentista) y orquesta, está escrita a la memoria de mi maestro, Mario Lavista, quien falleciera el 4 de noviembre de 2021. Con él estudié composición en el Conservatorio Nacional de Música a fines de la década de 1980, y desde entonces fue un amigo querido y admirado. En Cántico decidí conceder un rol destacado a las percusiones para enfatizar el carácter solemne y austero de la narrativa sonora. A pesar de que se trata de una obra recorrida por un sentimiento de duelo, también es posible encontrar en ella, espero, elementos más esperanzadores que buscan evocar los rasgos profundamente humanos de la persona a cuya memoria está escrita. La obra fue estrenada el 11 de noviembre de 2022 con Héctor Eduardo Fernández –a quien está dedicada, con oboe y corno inglés solistas–, acompañado por la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, bajo la dirección de Enrique Radillo. Jennifer Higdon: “River sings a song to trees” Jennifer Higdon (1961) es actualmente una de las compositoras norteamericanas con mayor interpretación de sus obras alrededor del mundo. Es ganadora tres veces del Premio Pulitzer de Música y dos veces del Grammy; ha recibido honores de diversas universidades, que incluyen un doctorado honoris causa de la Hartt School y de la Bowling Green State University. “River sings a song to trees” constituye la segunda sección del tríptico para orquesta City Scape, que en palabras de la compositora es “una imagen sonora metropolitana escrita en tonos orquestales”. Obra de carácter evocativo más que puramente descriptivo, apela a los recuerdos infantiles de Higdon en la ciudad de Atlanta: En contraste con las estructuras metálicas y de hormigón se encuentran los parques... tanto grandes como pequeños, llenando acres o, a veces, solo unos pocos pies cuadrados. Alimentando este verdor y a veces de alfombra exuberante se encuentran afluentes, arroyos escondidos, pequeños riachuelos y ocasionalmente ríos. Las aguas representan un cambio constante, bajo aguas tranquilas y sobre poderosas corrientes, lo hacen con una belleza exquisita. Esto es “el río canta una canción a los árboles” (ibid.). La obra fue comisionada y estrenada por la Orquesta Sinfónica de Atlanta en 2002 bajo la dirección de Robert Spano. Leonard Bernstein: Danzas sinfónicas de West Side Story La avasalladora personalidad y carisma de Leonard Bernstein (1918-1990), aunada a una vocación por apoyar causas sociales, sus apariciones en televisión con un programa sobre apreciación musical y una forma de dirigir poco convencional y muy histriónica, opacaron su faceta como compositor. Si bien es cierto que West Side Story es su obra más popular en la actualidad, el catálogo de Bernstein es considerable: obras para la escena que incluyen ópera, ballet, teatro musical, bandas sonoras, así como obra sinfónica que incluye conciertos, sinfonías y un concierto para orquesta y música de cámara y coral. La idea original de West Side Story surgió cuando en 1949 el coreógrafo y bailarín Jerome Robbins (1918-1998), amigo de Bernstein, sugirió hacer una actualización de Romeo y Julieta de Shakespeare. En principio se pensó en una Julieta católica y un Romeo judío, y entonces le dieron la idea al dramaturgo Arthur Laurents (1917-2011), quien de inmediato presentó un borrador con cuatro escenas de East Side Story –así titulado primero–, pero el proyecto no avanzó debido a compromisos adquiridos de los involucrados. En 1955 Bernstein y Laurents se encontraban en el sur de California cuando leyeron sobre las pandillas mexicanas de Los Ángeles: la idea era fácilmente trasladable al escenario de Nueva York, con los pleitos entre jóvenes puertorriqueños y blancos, así que el núcleo de la historia estaba hecho. Para crear las letras se acercaron a Stephen Sondheim (1930-2021), quien buscaba una oportunidad para abrirse paso en Broadway. El estreno de West Side Story se llevó a cabo el 26 de septiembre de 1957 en el Winter Garden Theatre de Nueva York. Una característica de esta obra es que Robbins pidió que todos los personajes, excepto los protagonistas Tony (Romeo) y María (Julieta), fueran bailarines, dando paso a una nueva etapa en el teatro musical estadounidense, que requería un perfil más completo en los escenarios. Posteriormente y debido al éxito de la obra, Bernstein adaptó la escena del baile en el salón como un conjunto de danzas que, a pesar de estar pensadas para escucharse en un concierto sinfónico, no pierden el hilo dramático de lo que sucede en la obra: tensión entre pandillas rivales, aparente calma, enamoramiento, vuelta a la tensión y rivalidad final.