Chávez / Gershwin / Bartók 19/01/24
Si bien el uso de la música popular dentro de la música de concierto se da en Europa desde mediados del siglo XVIII, no es hasta principios del XX que se considera la música folklórica como una fuente de conocimiento y expresión digna del estudio científico. A las tres obras que integran el programa de esta noche las conecta una idea, la de dar valor a las ricas expresiones populares de las naciones de cada uno de sus autores sin utilizar las desgastadas técnicas compositivas del siglo anterior. Las conecta también un origen y un estreno, ya que todas fueron comisionadas por instituciones estadounidenses y estrenadas en este país en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, los procesos de creación fueron muy distintos para estos tres compositores, pues vivieron los cambios de su época en tres naciones bien diferentes.
Todos contemporáneos –Béla Bartók nació en 1881, George Gershwin en 1898 y Carlos Chávez en 1899–, participaron siendo jóvenes en el desencanto mundial de las primeras décadas del siglo XX: a la esperanza en la humanidad que, en un principio, había traído el desarrollo de la tecnología y de las ciencias, habían seguido, casi inmediatamente, el desencanto de la Primera Guerra Mundial y la inestabilidad de las Revoluciones populares en varios países.
La estabilidad social europea se vio fuertemente afectada y Estados Unidos se posicionó como una potencia mundial en todos los aspectos. Artistas de todo el mundo, muchos músicos entre ellos como Mahler, Puccini, Toscanini, Bartók, Stravinski, Schönberg, migraron allí por la estabilidad y las excelentes oportunidades económicas que ofrecía. Así, Estados Unidos se convirtió en el aparador de las mejores expresiones artísticas y esto permitió el auge de la mayor industria del entretenimiento a nivel mundial. La música sinfónica y la música popular de todos los géneros encontraron al lado de la industria cinematográfica su mejor lugar para florecer. A los principales centros de trabajo y creación también llegaron los artistas latinoamericanos con su música.
Aunque durante las últimas décadas del siglo XIX el gobierno porfirista había intentado diversificar la dependencia económica de México, el destino de nuestro país se vio irremediablemente ligado a su vecino del norte al terminar el conflicto revolucionario: la entrada de México a la modernidad en el siglo XX está definida por su relación con Estados Unidos.
Chávez viajó varias veces a Europa y a Nueva York en la década de 1920, lo que lo relacionó con varios compositores, siendo Aaron Copland su mayor apoyo político, precisamente en la época en la que el indigenismo, los murales y la corriente nacionalista empezaba a causar conmoción dentro de las clases educadas de Estados Unidos.
En 1935 la Columbia Broadcasting System (CBS) pide a Chávez una composición para su orquesta. Es conveniente ver la concepción de la Sinfonía n.° 2 de Carlos Chávez, mejor conocida como India, como el resultado del proceso de búsqueda de una identidad nacional devenida después de la Revolución mexicana, con la que el gobierno impuso, a través de sus instituciones, el deber de crear una cultura propia basada en el indigenismo. Chávez escribe:
Toda la ciencia musical que hay en México nos ha venido del Viejo Mundo… estamos nosotros sujetos a la influencia europea, en música hemos querido seguir bajo ella, sin ver que hay aquí un alma popular que no las recibe directamente, y que crea expresando sus sentimientos con una belleza tan grande como su alma, y una tristeza tan grande como su dolor.
La producción en general de música que llamamos nacionalista mexicana tiene como base un imaginario ideológico que lo legitima, a falta de registros fiables. Xochipilli (1940), por ejemplo, también de Chávez, es una obra que tiene por subtítulo Una música azteca imaginaria. La sonoridad de la Sinfonía india, de un solo movimiento, evoca instrumentos prehispánicos que se conservan en los museos más importantes de México y en los frescos de Bonampak; los ritmos y melodías que sirven de elemento principal pueden ser escuchados en las pocas danzas tradicionales que lograron sobrevivir a los embates del tiempo y a la casi nula investigación profesional. El huéhuetl y el teponastle en ritmos ternarios y binarios presentan un pequeño tema huichol (originario de Nayarit) y complementan una melodía central lenta yaqui (Sonora) de una exuberante belleza, para terminar con una danza muy alegre de los seris (Baja California). La Sinfonía india fue estrenada el 23 de enero de 1936, con la Orquesta de la CBS, bajo la dirección del propio compositor.
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Para Gershwin el nacionalismo sucedió de otra manera. Su música autóctona fue el jazz, el ragtime, los espirituales y el blues, música que inundaba las calles de su natal Nueva York. Paul Whiteman, director de orquesta y amigo suyo, lo invitó a componer una obra para un concierto llamado Un Experimento con Música Moderna, en el Aeolian Hall el 12 de febrero de 1924. Según anunciaba Whiteman, el experimento pretendía
mostrar los enormes progresos que se han hecho en la música popular desde los tiempos del jazz discordante, que nació hace aproximadamente diez años, en ninguna parte en concreto, hasta la música realmente melodiosa de la actualidad.
Dicha obra fue la Rapsodia en azul, compuesta tres semanas antes del concierto. El compositor trata de reflejar la ajetreada vida de las grandes urbes de Estados Unidos. Con la introducción de un clarinete al mejor estilo del jazz de Nueva Orleans, Gershwin nos sumerge en la sensual melodía de su música jazzística. Su ritmo obstinado representa el sonido de los pasos sobre el concreto de la gran ciudad, mostrando la gran tristeza de un individuo perdido en la inmensa muchedumbre. “El jazz ha aportado un valor imperecedero a América en el sentido de que nos ha expresado a nosotros mismos” dijo Gershwin.
La noche del estreno Gershwin tocó de solista. Al final del concierto la ovación fue estruendosa; en el público se encontraban Leopold Stokowski, Leopold Godowsky, Jascha Heifetz, Fritz Kreisler y el mismo Rachmaninov, quienes declararon a Gershwin como la nueva esperanza de la música estadounidense.
La orquestación original de Rapsodia en azul es para una banda de jazz y con el piano como solista. La versión para orquesta sinfónica fue arreglada por Ferde Grofé en 1946.
Gershwin murió en 1937 a causa de un derrame cerebral. “Tengo la sensación de que ni siquiera he dado los primeros pasos de lo que quiero hacer”.
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Para Béla Bartók la música folklórica fue lo más importante en su vida; con ella creó toda su obra. Su Concierto para orquesta fue estrenado por la Orquesta Sinfónica de Boston, con Serguei Koussevitzky como director, el 1 de diciembre de 1944.
Bártok nació en un pueblito entre Hungría y Rumania, en la región de Transilvania. Fue, como Gershwin, un excelente pianista, pero tuvo una extraordinaria inquietud por la rigurosa investigación folklorista, lo que hoy en día llamamos etnomusicología, que no es más que el estudio comparativo de las músicas del mundo. Junto con Zoltán Kodály se aventuró a investigar y a registrar en grabaciones las expresiones campesinas de Europa oriental: los cantos kuruk de los trovadores, los bailes vervunkos, las palotas o las conocidas czárdas. A partir de todo este registro Bártok forjó un estilo musical inconfundible. Le gustaban mucho las escalas modales y en especial el canto en lengua húngara, que se basa en ritmos libres. Mucho de esto lo llevó a componer en 1918 El castilllo de Barbazul. La influencia de la música bailable tuvo su efecto en la música de Bártok, que es uno de los mejores compositores en el desarrollo de elementos rítmicos.
El director Serguei Koussevitzky encargó a Bártok, ya residiendo en Nueva York, una nueva obra en el verano de 1943. Aun estando muy enfermo consiguió terminarla ese mismo año y es lo que se convertiría en su Concierto para orquesta.
En la espaciosa “Introducción”, se emplea una folklórica escala pentatónica; después, en el “Juego de parejas”, con una forma A-B-A, las diferentes secciones representan a parejas diferentes de instrumentos. Posteriormente, la “Elegía” en tres episodios es un nocturno contemplativo y rapsódico. El “Intermezzo interrumpido” inicia con una quejumbrosa melodía en el oboe y la flauta evocando una canción húngara llamada Eres encantadora, eres bella, Hungría, en un movimiento asimétrico. Finalmente, el “Pesante/presto se expone en forma sonata. Aquí se puede apreciar una áspera melodía del clarinete, una cita de la Sinfonía n.° 7 de Shostakovich, que representa el ataque del invasor a Hungría. Los dos temas iniciales se repiten hasta el final en una declaración de amor del autor por su patria.
Béla Bártok murió en la ciudad de Nueva York a los 64 años: “El problema es que me tengo que ir con mucho por decir todavía”.