Schumann / Mendelssohn / Brahms 26/01/24
Robert Schumann
Schumann (1810-1856) probablemente se encontró con el Manfred de Lord Byron en sus veinte años, pero fue en 1848 cuando la familiaridad se tornó pasión. Su esposa Clara escribió que el poema “inspiró a Robert de manera extraordinaria”. Joseph von Wasielewski, concertino y amigo de Schumann, recordó una ocasión en que al compositor, leyendo en voz alta el Manfred de Byron, “se le quebró repentinamente la voz, sus ojos se llenaron de lágrimas y de tan sobrecogido que estaba, no pudo seguir leyendo”.
Manfred (1817) es un poema dramático sobre las secuelas del automarginado héroe Manfred, quien se retira de la sociedad a los Alpes atormentado por una culpa que nunca se explica en el poema. Solo, deambula por las montañas y busca en su corazón y en su psique. Con la conciencia torturada, convoca algunas brujas para que le hagan olvidar su angustia, que gira en torno a su gran amor, Astarté. Las brujas no pueden ayudar y Manfred se lanza a la muerte. Este nivel de identificación es comprensible: tanto Byron como Schumann eran personas complejas, hipersensibles, propensas a extremos emocionales y a depresiones severas, de las cuales un sentido de culpa inexplicable a menudo es un síntoma. Además, al igual que Manfred, Schumann tuvo una hermana que murió que murió de manera terrible siendo aún muy joven. También se vio afectado por la muerte prematura de su íntimo amigo Mendelssohn en 1847. Todos estos factores pudieron haberse acumulado para hacer emerger la música de una producción teatral de Manfred en 1848-1849.
Schumann quedó profundamente conmovido por Manfred y quiso llevarlo al escenario. Escribió una impresionante serie de música incidental, que se estrenó con la ayuda de Liszt como Poema dramático en tres partes con música en un concierto de la Gewandhaus de Leipzig el 14 de marzo de 1852. Para Schumann, esta obra tenía la intención de combinar literatura y música, donde una podía expresar lo que la otra no, y juntas creaban una simbiosis de arte.
La obertura de Schumann está magistralmente orquestada para anunciar un drama musical. Para ello, eligió una tonalidad especialmente oscura, mi bemol menor, que es particularmente difícil para las cuerdas: la sensación de tensión que crea aumenta la intensidad. Al inicio, tres potentes acordes registran la lucha interna de Manfred; a continuación, maderas y cuerdas parecen pedir compasión. Sin embargo, el tempo pronto se acelera y surge un inquieto allegro. Inmediatamente se emite un hechizo, que prepara el escenario para la acción que continuará. Así, Schumann compuso una música inestable que crece en pasión y urgencia para luego desplomarse lentamente en las páginas finales. El ímpetu dramático es tremendo, pero al final el allegro se desvanece, dejando que las quejumbrosas figuras de viento y cuerda de la introducción lenta lleven la obertura a una conclusión crudamente trágica, sin ningún indicio del "triunfo" final de Manfred.
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Felix Mendelssohn
En 1838, Mendelssohn (1809-1847) escribió a su amigo de la infancia y concertino de la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, el violinista Ferdinand David: “Me gustaría componer un concierto para violín para usted el próximo invierno. Se me queda grabado en la cabeza uno en mi menor, cuyo comienzo no me deja en paz” (Reitz 1863, 155).
El concierto sería el último esfuerzo orquestal de Mendelssohn, y le llevó seis años completarlo. David participó en todos los aspectos de la composición del concierto y fue su asesor técnico. La obra se estrenó el 13 de marzo de 1845 con la propia orquesta de la Gewandhaus y David como solista, bajo la dirección de Neils Gade.
El primer movimiento, “Allegro molto appassionato”, comienza con una melodía inquietante que probablemente fue la que Mendelssohn imaginó por primera vez en 1838. El clímax del movimiento revela uno de los rasgos únicos de Mendelssohn: si bien la mayoría de los compositores crean intensidad con un fortissimo, Mendelssohn a menudo hace que los momentos más cruciales de sus piezas sean los más tranquilos.
El Concierto para violín es innovador y va en contra de las convenciones concertísticas establecidas hasta ese momento ya que, en lugar de una larga introducción orquestal que expondría los temas principales del concierto, Mendelssohn escribe una introducción de compás y medio, que en realidad solo sirve para esbozar la tonalidad de mi menor, e inmediatamente trae al solista con el material temático principal. Esto cambia la estructura formal del primer movimiento al aliviar la necesidad de una doble exposición –una para la orquesta y otra para el solista–. Mendelssohn vuelve a romper con la tradición colocando la cadencia antes de la recapitulación. Adicionalmente crea una obra de un solo movimiento con tres momentos distintos.
Deseoso de crear continuidad musical a lo largo del concierto, Mendelssohn compuso pasajes que vinculan un movimiento con otro sin pausa. Tan pronto la orquesta toca el acorde final del primer movimiento, un fagot lidera una transición a la tranquila atmósfera del segundo movimiento. Luego, el solista toca una hermosa canción sin palabras, ofreciendo un respiro del drama del primer movimiento. En medio del movimiento aparece una melodía contrastante y apasionada, pero al final prevalece la calma de la melodía inicial.
El exuberante final comienza con una breve introducción del “Allegretto non troppo”, que evoca el estado de ánimo del primer movimiento, casi como un recuerdo melancólico. Esto pronto da paso a un “Allegro molto vivace” parecido a un scherzo, un excelente ejemplo del temperamento voluble de Mendelssohn que también se encuentra en algunas de sus otras obras, como la “Obertura” y el “Scherzo” de El sueño de una noche de verano, basada en Shakespeare, y el “Scherzo” –tercer movimiento– de su Trío n.° 1 para piano, violín y violonchelo. También es característica del estilo de Mendelssohn la inserción de lirismo cantabile en medio de los brillantes y virtuosos fuegos artificiales del final.
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Johannes Brahms
En un ensayo titulado “Brahms el progresista”, Arnold Schönberg describió a Johannes Brahms (1833-1897) como uno de los pocos compositores cuya música surge de una combinación simultánea e indivisible de inspiración y habilidad intelectual. En lugar de abandonar géneros y formas establecidas, Brahms profundizó en ellos, reinventando la sinfonía. La inventiva de Brahms consistió en combinar estilos de épocas pasadas con sus propios impulsos creativos (Schönberg 1950).
La Sinfonía n.° 4 en mi menor fue escrita al pie de los Alpes, en Mürzzuschlag (Austria), en las montañas al suroeste de Viena, durante sus retiros de verano en 1884 y 1885. Los dos primeros movimientos se escribieron en 1884 y la obra se terminó al año siguiente.
En septiembre de 1885 Brahms escribió a Hans von Bülow, director de la Orquesta de Meiningen, expresando su esperanza de que él se hiciera cargo de la nueva sinfonía. Brahms también admitió dudar del atractivo de la obra: “Me temo mucho que [la Cuarta sinfonía] sabe al clima de aquí. Las cerezas no maduran por estos lares. ¡No te las comerías!” (Brahms y Kalbeck 1921, 73-74).
Brahms estaba tan preocupado de que el público no respondiera bien a su “neue traurige Symphonie” (“nueva sinfonía trágica”) debido a malos comentarios recibidos antes de su estreno por parte de su mejor amiga Elisabeth von Herzogenberg y su biógrafo Max Kalbeck, que hizo arreglos con Hans von Bülow al primer y tercer movimientos. Adicionalmente, hizo tocar la obra en un ensayo de la Orquesta de Meiningen antes de autorizar su publicación.
El tema principal del primer movimiento “Allegro non troppo” revela el don de Brahms para la economía: la esencia de esta lírica melodía suspirante son sus cuatro primeras notas. La inagotable inventiva de Brahms en la elaboración y desarrollo de las cuatro notas genera gran parte de la música de este movimiento.
El “Andante moderato” se inicia con la melodía de los cornos, marcando el cambio tonal del mi menor al mi mayor. En la sección intermedia, los violines introducen una melodía nostálgica. El retorno del primer tema nos devuelve al presente, recordándonos que los momentos vividos permanecerán grabados en un tiempo pasado, inalcanzables en el presente que se desvanece. La obra en su conjunto teje una narrativa musical que captura la efímera naturaleza del tiempo y la eternidad de las emociones.
El tercer movimiento, “Allegro giocoso”, utiliza instrumentos inusuales como el piccolo, el clarinete en do, el contrafagot y el triángulo. El tema principal es rítmico y tiene dos variaciones: una cantabile y otra festiva, como una fanfarria. La parte central es más tranquila y misteriosa. La repetición del primer tema no cumple con las normas clásicas y termina con una coda alegre.
Durante muchos años Brahms se sintió atraído por la chacona : para el último movimiento, “Allegro energetico e passionato”, Brahms elaboró una, aceptando las restricciones de esta forma de variación barroca. Comienza con ocho acordes en las maderas y los metales; pequeños elementos van cambiando o rompiéndose para que las distintas variaciones vayan sucediéndose con la misma fuerza narrativa de una estructura tripartita. Las 32 repeticiones armónicas no provocan una sensación de monotonía, ya que la fuerza expresiva es tratada eliminando las barreras estructurales entre cada frase y construyendo un movimiento tremendamente expresivo.
Brahms no concluyo? ninguna sinfoni?a ma?s. Era demasiado consciente de que con su Cuarta sinfoni?a habi?a alcanzado un punto más allá del cual solo repetiría esquemas anteriores. Esta obra se convirtió en su último y más grande triunfo musical en Viena.