SEP. 27 - TEMPO. 2 2024
El presente programa nos ofrece la riqueza sonora de las Américas con el contraste de sus temáticas, estilos y formas de expresión de una estética musical fincada en las historias, leyendas y expresiones de una cultura tradicional y milenaria.
Nuestra música latinoamericana se remite a tiempos antiguos, un ejemplo de ello son los villancicos virreinales en lengua náhuatl, compuestos por los primeros frailes y maestros de capilla que se fueron fincando en la Nueva España y que tenían como fin acercar a los indígenas a una nueva cultura, que incluía una religión, la católica.
En cada región de esta tierra amerindia, la música, así como la danza, fueron mostrando su idiosincrasia, señalando una territorialidad que demarcaba el policroma cultural de un nuevo mundo que se adornaba con el brillo de su cultura y sus costumbres. Con el devenir del tiempo fueron apareciendo manifestaciones musicales tradicionales como los sones jarochos, el corrido o el mariachi, en contraste con las batucadas brasileñas, los valses peruanos, los malambos de Argentina, y, así, un sin fin de ritmos y sonidos que fortalecían una identidad.
Al paso de los años surgieron una gran cantidad de compositores que cantaron a sus paisajes naturales, a sus tradiciones, a sus historias, a la vida, al desencanto y también a la muerte; recordamos nombres como el Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui, Agustin Lara, Ernesto Lecuona, Violeta Parra, María Greever, Chabela Vargas, José Alfredo Jiménez, Chico Buarque, Víctor Jara, y muchos, muchos más. De lo tradicional a lo académico, nuestra música se fue fortaleciendo como una imagen de pertenencia regional y cultural. De esta manera la música tradicional fue adquiriendo un ropaje exquisito -vibrante, grandilocuente y expresivo- en las venas creativas de los compositores que fueron abrevando de la fuente sonora del pueblo. De esta manera surgieron Manuel M. Ponce (1882-1948) Carlos Chávez (199-1978) y Silvestre Revueltas (1899-1940) en México; Heitor Villalobos (1887-1959) Francisco Mignone (1897-1986) y Radamés Gnatalli (1906-1988) en Brasil; Vicente Emilio Sojo (1887-1974) Antonio Lauro (1917-1986) en Venezuela y Alberto Ginastera (1916-1983) en Argentina, por mencionar solo algunos.
Esta noche tendremos oportunidad de escuchar un contraste de generaciones musicales, con estilos y discursos diferentes, pero herederos de una tradición musical que resignifica su identidad.
Hoy está presente la energía de Alberto Ginastera con su Popol Vuh Op. 44 (1975-1983). Por su título se podría pensar que describe alguno de los episodios de esta bella narración, sin embargo no se trata de una obra programática que narre, musicalmente, el mito maya-quiché de la creación.
Desde el punto de vista histórico y mítico, este legendario texto relata, desde su mirada cosmogónica, el origen del mundo y sus transformaciones; una especie de génesis de la humanidad bajo la percepción mística de uno de los pueblos mas enigmáticos de mesoamérica. Las personas que lo han estudiado, dividen su contenido en tres partes: Creación, Historias de Huanahpú e Ixbalanqué y Creación de los seres humanos de maíz.
Alberto Ginastera tomó esta temática para componer una obra muy especial: Popol Vuh Op. 44, considerada como la última composición sinfónica del autor argentino. Fue una comisión de la Orquesta de Filadelfia y su director Eugenio Ormandy en 1975. El autor compuso siete movimientos entre 1975 y 1983, sin embargo por el fallecimiento de este, la obra quedó inconclusa y no fue estrenada en su momento.
Una de las características de Popol Vuh es que es una obra vibrante y fuerte. Sus ritmos y sonoridades evocan el primitivismo de algunas composiciones como la Consagración de la Primavera (1913) de Igor Stravinsky (1882-1971) o el Allegro Bárbaro (1911) para piano de Béla Bartók (1881-1945). Sus cortas fórmulas melódicas, lo incesante de sus ritmos, en conjunción con una sonoridad provocada por su fuerza armónica, crean un constante movimiento expresado en danzas salvajes y primitivas; sonidos fuertes y estridentes, logrados por una instrumentación que explota la riqueza tímbrica de los alientos y las percusiones, como una expresión de las tribus de un mundo lejano.
Si pretendemos encontrar alguna referencia melódica de algún género o estilo musical, no lo vamos a encontrar ya que se trata de música original y pura, en la que se utilizan diferentes medios de composición con un solo fin, recrear una percepción, casi cósmica, del origen del mundo a partir del texto del Popol Vuh.
Esta composición se divide en siete movimientos: La noche de los tiempos, El nacimiento de la tierra, El Despertar de la Naturaleza, El Grito de la Creación, La Gran Lluvia, La Ceremonia Mágica del Maíz, El Sol, la Luna y las Estrellas. A partir de lo anterior y si nos acercamos un poco al arcaico libro, podemos encontrar algunas referencias que nos ponen en contexto con esta obra:
He aquí el relato de cómo todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío, en el cielo, en la tierra. (…) No había un solo hombre, un solo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra, caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía (…) Nada existía. Solamente la inmovilidad, el silencio, en las tinieblas, en la noche. Que la tierra nazca, se afirme, dijeron. (…) por lo cual nació la tierra. Tal fue en verdad el nacimiento de la tierra existente. (…) Que la germinación se haga, que el alba se haga en el cielo, en la tierra, porque [no tendremos] ni adoración ni manifestación por nuestros construidos, nuestros formados, hasta que nazca el hombre construido, el hombre formado”: así hablaron, por lo cual nació la tierra. (…) Yo soy, pues, grande por encima del hombre construido, del hombre formado. Yo el sol, yo la luz, yo la luna (…)
Noche de Fandango
Rodrigo Lomán (1986) es uno de los jóvenes compositores mexicanos que se están haciendo escuchar en el público nacional e internacional; además es heredero de una tradición musical familiar. Su catálogo abarca música de cámara y obras sinfónicas, la mayoría de su obra brota de la música tradicional pero en un sincretismo con la académica.
Su Concierto para Violín Huasteco (2015) es una composición que resignifica la música de la Huasteca, una franja del país que abarca los estados de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Querétaro, Hidalgo y Puebla. La diversidad cultural de esta zona es exuberante, por su lengua, sus creencias, sus historias, su exquisita cocina, sus danzas y obviamente su música.
Este tipo de composiciones tienen una relación histórica con el surgimiento del Nacionalismo en la cultura mexicana. El propio Rodrigo lo menciona: “La idea principal es la exploración de la música huasteca dentro de la música de concierto, lidereada por el violín, ya que es un instrumento muy distintivo de este género…”. Esta composición pretende destacar su “personalidad” instrumental, con su inigualable timbre, sus recursos típicos, así como su expresión -brillante y melódica- muy típica de la huasteca.
Es importante señalar que Lomán trabajó, para este concierto, con tradicionales sones, entre ellos: “… La Azucena, una parte de La Rosa, El gusto y El gustito (según la región armónica en la que se encuentre, cuando está en Sol, será el gustito y cuando está en Re será El gusto, tal y como se usa en la tradición Huasteca), El Gallo, La Huasanga y una pequeña reminiscencia de El Fandanguito”. En cuanto a su instrumentación se trata de una orquesta clásica; sin embargo en la partitura esta indicada una percusión especial, la tradicional “tarima” donde se zapatea en el fandango, como una manifestación vibrante de la huasteca.
La obra, compuesta en un solo movimiento, nos muestra un equilibrio entre los tuttis orquestales y los episodios del solista; en ciertos momentos la orquesta tiene giros “huapangueros” al “cantar”, y, cuando lo hace el violín, usa lo que se llama “vueltas” creando un discurso, que como dice el propio compositor: “… (se) crea un diálogo entre esta música y la música huasteca. La composición puede sonar en algunos momentos muy clásica y el violín se une a este estilo; pero en otros, el violín empieza una labor de convencimiento y retroalimentación para invitar a la orquesta al huapango”; finalmente, el violín huasteco y conjunto orquestal se unen para disfrutar de un fandango huasteco, con un jarro de atole de maíz y zacahuil.
¡ Premio mayor… Premio Mayor !
Leticia Armijo (1961) es una de las compositoras mexicanas que mantiene una gran actividad artística y social. Sus composiciones son frecuentemente interpretadas por orquestas nacionales e internacionales. Como investigadora asume una posición responsable con su temática de La mujer mexicana en la música, lo que le permite tener una visión amplia sobre el feminismo y los derechos humanos de la mujeres. En suma, se trata de una artista comprometida con su hoy y entorno, lo que se refleja en su creatividad musical.
Escuchar una composición de estreno absoluto o mundial es como una caja de Pandora de donde pueden salir incontables sorpresas. En la historia de la música son memorables varios estrenos, como el de la Novena Sinfonía de Beethoven, que hasta películas se hicieron. Otra primera audición relevante fue el de la Sinfonía Fantástica de Berlioz o el polémico estreno de la Consagración de la Primavera de Stravinsky.
En estos momentos la espera provoca una emoción antes de hacer sonar la primera nota, después de eso, todo será dicho. Pero no solo para el público un estreno causa expectación, lo es también para sus intérpretes, pues es todo un reto para todo el conjunto musical, pero sobretodo para el creador, ya que se convierte en la resignificación de su trabajo. Este es el caso de Lotería 250 de la Dra. Leticia Armijo que hoy nace frente a nosotros.
Esta noche tendremos la oportunidad de ver y escuchar una composición de gran formato, compuesta en 2019, y en palabras de la propia creadora como: “… una obra sinfónica en tres movimientos”.
El proceso creativo surgió a partir de la emisión de un billete de lotería que fue dedicado a la Universidad Autónoma de Querétaro por el 60 aniversario de su autonomía y en reciprocidad la Dra. Leticia Armijo, integrante del claustro de profesores de la universidad, compuso este homenaje a la Lotería Nacional, en el 250 aniversario de su fundación.
La Lotería Nacional, es una institución creada en el siglo XVIII, con un enfoque social y de altruismo, como “una forma de solidaridad y apoyo para los que menos tienen”.
Estos elementos despertaron la imaginación de la compositora para crear una obra que cuenta una historia, cada uno de sus movimientos tiene un motivo o un hilo conductor. La propia Dra. Armijo los describe de la siguiente manera:
Estructuralmente esta integrada por tres movimientos: El primer movimiento “Lotería 250”, evocan el poder y la grandeza de México. El segundo, “La Fortuna”, describe a la vida de una niña huérfana y sin hogar llamada Yolotli, que significa corazón en lengua náhuatl, quien pone sus esperanzas de vida en su capacidad de trabajo. El tercer movimiento, “Cachitos de a 10”, Yolotli, encuentra un oficio como vendedora de billetes de la lotería, descubriendo su identidad y pertenencia, junto con el grupo de vendedores y gritones de la lotería que la acogen para realizar un sorteo en el que sorpresivamente ganan todos.
Esta es la obra que escucharemos la noche de hoy, ahora me pregunto ¿quién de nosotros en algún momento de nuestra vida hemos comprado un “cachito” o hasta un entero, con la finalidad de “sacarnos” la lotería y cumplir nuestros sueños…? Quizá alguien no lo ha hecho, pero es tan fantástico soñar, aunque sea efímeramente… Finalmente, creo que saldré a comprar un “cachito” de lotería y que el azar haga de las suyas… ¡y que por fin ganemos todos!.