OCT. 18 - TEMPO. 2 2024

Martín García | Xalapa
Fabini - Aranda - Mendelssohn
Fabini. Melga Sinfónica De su presencia en los programas de enseñanza primaria al nomenclátor y al billete de 100 pesos, Eduardo Fabini (Uruguay. 1882 - 1950) es el más icónico de los compositores uruguayos. Su fama se debe en buena medida a su relativamente escueta obra para orquesta, pionera y magistral expresión de nacionalismo sinfónico uruguayo. Con una original simbiosis de sinfonismo romántico de Europa Central e impresionismo francés de principios del siglo XX, Fabini hilvanó un lenguaje musical propio, cálidamente evocativo de los paisajes campestres del Uruguay, con lograda factura técnica y proyección universal. Fabini contó con apoyo oficial casi desde sus inicios, tanto para estudiar violín con César Thomson en Bélgica como para realizar varias giras. En 1931 recibió un contrato permanente en el naciente SODRE (la radio nacional del Uruguay, creada en 1929 con orquesta sinfónica, coro y ballet propios). A cambio de su contrato con el SODRE, Fabini cedía su obra y se comprometía a componer una nueva obra cada año. La primera de ellas, Melga Sinfónica, estrenada por la Orquesta Sinfónica del SODRE en el año de su creación ?1931? bajo la dirección del italiano Lamberto Baldi, venido desde San Pablo (Brasil) y que pocos meses después sería nombrado primer director titular de la novel orquesta. La palabra “melga” refiere al surco que deja el arado en la tierra. La obra parece ser un homenaje a la incipiente radio nacional, con alcance a todo el país, incluyendo su interior profundo. Con su estilo marcadamente rapsódico y fragmentado, Fabini entrelaza giros que podrían asociarse con la campaña, con sonoridades que parecen remitir a lo “urbano”. La obra incorpora también un motivo rítmico que corresponde a la palabra “Uruguay” en código morse, la cual era emitida por la radio del SODRE al iniciar sus transmisiones. Melga Sinfónica, entonces, resulta un poema sinfónico que celebra la aparición de la radio y la capacidad de este medio para atravesar la noche cerrada y unir a campo y ciudad. Aranda. Concierto de fuego para violonchelo y orquesta Prolífico compositor nacido en Ciudad de México (1974), Alexis Aranda compuso esta obra concertante en 2009, siendo estrenado en 2010 por el violonchelista Carlos Prieto, a quien fue dedicado, junto a la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes. Este concierto pertenece a la serie de obras del compositor basadas en los signos del zodíaco y agrupados según los elementos. Precisamente, el “fuego” del título remite al elemento con el que se asocian esos tres signos. Esta versión del Concierto de fuego consta de tres movimientos: Aries, que intercala secciones de marcado carácter rítmico con otras que hacen pensar en la canción popular; Leo, movimiento lento de gran vuelo melódico; y Sagitario, de compleja y demandante factura rítmica. El lenguaje de Aranda es de un marcado eclecticismo, incorporando y alternando elementos tradicionales, melodías bien definidas y ritmos regulares, con sonoridades disonantes, rítmicas complejas y sonidos ásperos. A su vez, las texturas transcurren entre el despojo y la elaboración. Todo esto le da a una obra como el Concierto de fuego, una especial variedad y una singular riqueza sonora. Mendelssohn. Sinfonía No 4 en La mayor “Italiana” «La gente a menudo se queja de que la música es demasiado ambigua, que ellos deben pensar cuando escuchan que es tan poco clara, mientras que todo el mundo entiende las palabras. En mi caso, es exactamente lo contrario, y no sólo respecto a un discurso entero, sino también con las palabras individuales. Estas, también, me parece tan ambiguas, tan imprecisas, tan fácilmente malinterpretadas en comparación con la auténtica música, que llena el alma de mil cosas mejores que las palabras. Los pensamientos que me expresan por la música que me gusta no son demasiado indefinidos para expresarse con palabras, sino por el contrario, demasiados definidos». Carta a Marc-André Souchay, 15 de octubre de 1842 Felix Mendelssohn (Alemania. 1809 - 1847) llamó a esta sinfonía un “cielo azul en La mayor”. Inspirada en su viaje por Italia a sus veintiún años y estrenada en 1833, sus cuatro movimientos parecen reunir distintas viñetas de su pasaje por ese país, tal como si fueran las acuarelas que el compositor pintaba con peculiar desenvoltura. Tanto el primero como el cuarto movimiento son caracterizados por una permanente efervescencia rítmica (ambos en pulso ternario), aspecto que los hace especialmente desafiantes desde el punto de vista técnico. El primer movimiento, acaso el más famoso y uno de los más célebres comienzos de una obra sinfónica, irrumpe como una exuberante explosión de júbilo que no cesa hasta el final. Mendelssohn exhibe una variedad temática y motívica que resulta variada si bien parece girar en torno a las mismas dos o tres ideas básicas. Tampoco ahorra en pasajes imitativos que permiten apreciar el sólido manejo contrapuntístico del compositor. El cuarto movimiento, que aparece bajo el nombre de “saltarello” (que remite a la danza popular del sur y centro de Italia), posee también aún mayor frenesí, aunque en este caso en modo menor, constituyendo uno raro caso de sinfonía que comienza en modo mayor y termina en el homónimo menor. Los dos movimientos externos enmarcan a los evocativos movimientos centrales. El segundo, inspirado en una procesión que el compositor observó durante su viaje, ofrece una línea de canto que al final parece perderse en la distancia tal como la procesión que pasa y se aleja. El tercero, un elegante minué alterna giros bucólicos con una suerte fanfarria en el Trio. El compositor agrega, además una coda en la que conviven ambos elementos ?lo bucólico y lo militar? llevando el movimiento a su final. La Sinfonía “italiana” ofrece evidentemente una muestra de la facilidad melódica de Mendelssohn. Es también una demostración de su prodigiosa imaginación para manejar la paleta orquestal. Más llamativo aún es su ingenio para resolver la estructura de la obra, hilvanando frases y distribuyendo las ideas para conformar un discurso lleno de sorpresas a la vez que coherente. Mencionábamos anteriormente la manera en que resuelve el final del tercer movimiento, incorporando elementos de minué y trio, pero igualmente atractiva es la manera en que dilata el regreso de un tema esperado o engaña la expectativa del oyente cuando introduce elementos sorpresivos que llevan la música en direcciones inesperadas. MG