Dic. 06 - TEMPO. 2 2024

Enrique Salmerón | Xalapa
Polonia en México

La música en Polonia

Uno de los rasgos culturales de los países del centro de Europa es la diversidad de su música tradicional o folklórica, donde la danza juega un papel destacado; danza y música son parte insoslayable de la manifestación cultural de los pueblos. Como sucedió en la mayoría de poblaciones europeas, los bailes populares fueron apropiándose de los gustos de la alta sociedad, circunstancia que tuvo un auge en el romanticismo del siglo XIX, un periodo donde la fascinación por el folklore y la vida rural tuvo un gran impacto; solo los invito a recordar las novelas de Jane Austen (1775,-1817) como un claro ejemplo.

Particularmente es importante recordar el surgimiento de uno de los movimientos estéticos de finales de la etapa romántica, el nacionalismo, el nicho estético y cultural, donde la música folklórica, jugó un papel predominante. En este sentido recordemos los nombres de Edvard Grieg (1843-1907), Antonín Dvorak (1841-1904) o Bedrich Smetana (1824-1884), como los principales “alquimistas” que transformaron o enriquecieron el canto popular en música más académica y estilizada.

Para mediados del siglo XIX el nombre de Polonia empezó a tener una relevancia en el mundo musical a través de sus compositores y su música de salón, destacando sus danzas que se fueron “exportando” a lo largo y ancho del mundo musical conocido, como la polonesa, la mazurca, el krakowiak, el oberek y el kujawiak. De la misma manera podemos observar en el siglo XX este fenómeno en países como España, Hungría o México, donde la música popular vivió un sincretismo al “revestirse” de las formas de composición de la música formal; como ejemplo recordemos la obra de compositores como los españoles Isaac Albéniz (1860-1909), Manuel de Falla (1876-1946), los húngaros Béla Bartok (1881-1945) y Zoltan Kodaly (1882-1967) y el mexicano Manuel M. Ponce (1882-1948) por mencionar los más destacados.

Regresando al siglo XIX y en el marco del programa que la OSX presenta esta noche, Polonia en México, tendremos oportunidad de escuchar tres momentos de su historia musical, entrelazados por un nacionalismo visto desde diferentes momentos históricos.

El primero de ellos es Stanislaw Moniuszko (1819-1872) llamado el “Chopin de la ópera polaca”, nació en Bielorrusia, poco se conoce de su vida, sin embargo se le menciona por la gran calidad artística de sus óperas y su música de carácter nacionalista. 

Halka (diminutivo de Halina) es una ópera compuesta en dos actos, basada en una historia popular polaca en la que se confronta la vida “disoluta de la aristocracia” versus los valores y virtudes de las personas del campo. Algunos especialistas han considerado esta composición como la “ópera nacional polaca”. El autor del libreto fue el joven escritor Wlodimierz Wolski (1824-1882) quien siempre manifestó sus radicales puntos de vista sobre la sociedad. La trama de la historia presenta el infortunio de un amor no correspondido. Se ubica en la campiña polaca, muy cerca de los Montes Cárpatos en la primera mitad del siglo XIX. Halka, una joven campesina, se enamoró de Janusz, un joven proveniente de una familia aristócrata venida a menos, con él tuvo un hijo. Sin embargo el joven se casa con una señorita de muy buena familia, Zofia, y decide poner tierra de por medio con Halka. En ese momento reaparece en la vida de la chica Jontek, un montañés que había sido su novio y que todavía la seguía amando. Pese al desprecio de Janusz, Halka está obsesionada con él y al enterarse de su matrimonio decide quitarse la vida; en el último instante, y al final de la ópera, ella perdona su desdén y se tira al río. La música se torna intensa y dramática. Las músicas que integran esta obra escénica, son melodías que surgen de la tradición polaca como mazurcas y polonesas y que el compositor las relaciona con los personajes de la aristocracia; mientras que “el krakowiak y otras danzas montañesas representan el pueblo o los campesinos”. Halka de Moniuszko se une a ese ramillete de óperas del romanticismo, donde el amor y muerte conjugan la trama, moviendo las fibras más sensibles del ser humano.

La segunda obra de este programa es una de las composiciones más amadas por los pianistas y por el público melómano, el Concierto en Mi Menor No.1 Op. 11 del que quizá sea el más universal de los músicos polacos, Fryderyk Franciszek Chopin (1810-1849), reconocido mundialmente como Frédéric Chopin. Solo con 19 años marcó el destino de la música y del piano dentro de una maravillosa época, el romanticismo. El crítico musical Harold C. Schonberg menciona al respecto:

Fue Chopin quien encarriló adecuadamente la ejecución pianística romántica y le dio el ímpetu que hasta ahora no da señales de disminuir. Todo lo hizo solo, al sacar de la nada el estilo pianístico más hermoso y original del siglo. Fue sin duda el primero de los pianistas nuevos, el que cortó para siempre las cadenas del clasicismo. Los elementos básicos de su estilo de ejecución, sus innovaciones en la digitación y en el pedal no iban a cambiar sustancialmente hasta la aparición de Debussy y Prokofiev. Una vez publicados los Estudios de Chopin quedó poco por añadir. [1]

El concierto que se presenta esta noche, es una de las obras más emblemáticas del repertorio pianístico decimonónico: “Prácticamente todo lo que compuso permanece en el repertorio, y un recital de piano sin algo de Chopin es todavía una excepción”.

Chopin inició la composición de su concierto cuando contaba con 19 años de edad, en 1829. Alrededor de ese tiempo compuso su ciclo de Estudios para piano Op. 10, sus Mazurkas Op. 6,7 y 17; los Nocturnos Op. 9, la Gran Fantasía sobre melodías polacas Op.13 para piano y orquesta, por mencionar algunas, lo que nos indica su capacidad, casi febril, para componer. El concierto fue estrenado en Varsovia el 11 de octubre de 1830, con el propio compositor como solista, este hecho se puede considerar como su despedida de su natal Polonia. Para entonces ya se había presentado en Viena con notable éxito, surgiendo invitaciones para presentarse en Berlín e Italia. Finalmente decidió fincar su carrera en París y convertirse en una estrella del mundo fulgurante y cultural de la Ciudad Lux. Ya instalado decide realizar un concierto para darse a conocer, lo hace a través de los contactos del célebre maestro alemán Friedrich Kalkbrenner (1784-1849) y a quien está dedicado este concierto.  

En esta obra Chopin no busca competir con otras composiciones de sus contemporáneos que buscaban un virtuosismo casi heroico en el piano. Chopin pretende ir más allá de los tecnicismos y el esplendor; para ello utiliza la riqueza ornamental pianística del romanticismo, para llevarlo a planos más expresivos y profundos. El manejo de sus recursos, escalas y arpegios, son momentos de expresión, proyectando “sonoridades” de una gran finura que van mostrando, de manera subyacente, entretejidos armónicos que nos transportan a un mundo de emociones. 

Su primer movimiento con su tonalidad central en Mi Menor, mantiene una confrontación con su relativo mayor, que es Mi Mayor, es decir una lucha de “poderes” armónicos, que provocan un antagonismo sonoro. La melancolía y dramatismo de la tonalidad menor contrasta con la dulzura y lirismo del segundo tema en la tonalidad mayor.  La Romanza, escrita en la tonalidad mayor, se percibe una sutil melodía que canta y llora; el constante vaivén de su armonía provocan esa inestabilidad emocional, entre la tranquilidad, la dulzura y la melancolía. En este bello movimiento está reflejada el alma de Chopin, expresiva, serena, sin llegar a lo virtuoso, solo es cantar lo que se debe cantar. El tercer movimiento nos presenta una de las danzas folklóricas polacas, la krakoviak,  como un contraste, rítmico y festivo, para cerrar este concierto. Presentar esta danza montañesa como parte del concierto, solo puede significar la revalorización de una identidad, que como Moniuszko, nos habla de un concepto musical decimonónico del nacionalismo.

Quizá sin proponérselo, nuestra sinfónica cierra este programa con un compositor perteneciente a la generación de las rupturas culturales o vanguardias de principios del siglo XX, Karol Szymanowski (1882-1937); según lo comenta Enrique Martínez Miura, “Sin su obra no sería explicable la actual floración de la música polaca, que cuenta con Lutoslawsky y Penderecky como primerísimas figuras”. De alguna manera uno de sus legados fue la reconsideración de la música de Polonia que se heredaba del siglo anterior, en este caso el legado de Chopin, sin olvidar a otros como el violinista Henryk Wieniawsky (1835-1880) o el pianista y Primer Ministro de Polonia, Ignacy Jan Paderewsky (1860-1940) por mencionar algunos.

Como parte de los movimientos convulsos de las vanguardias del nuevo siglo, Szymanowski se fue inclinando hacia una “reacción contra del academicismo” musical de su tierra. Había percibido un “bache” con respecto a otros países, por ejemplo Francia. En este caso “… Los jóvenes polacos se organizaron como un grupo cuya principal finalidad era difundir la nueva música mediante ejecuciones en vivo. El núcleo de los formadores estaba constituido por Fitelberg, Rózycki, Szeluta y el propio Szymanowski.” Este grupo se le conoció como la “Joven Polonia”. No se trató de una nueva escuela de composición; sin embargo fue un renacer para el nacionalismo polaco, bajo una perspectiva contemporánea musical. En el caso particular de nuestro compositor tuvo una fuerte influencia de la escuela alemana, particularmente de Richard Strauss (1864-1949) y Max Reger (1873-1916).

Con estos antecedentes ya es pertinente hablar de las particularidades de la Sinfonía No. 2 en Si Bemol Mayor Op. 19, una obra que está a la búsqueda de una nueva forma de expresión composicional. Concluida en 1910, fue estrenada al año siguiente en Varsovia, sin el éxito esperado; sin embargo cuando fue ejecutada en Berlín, Leipzig y Viena, fue mas aclamada, brindando a Szymanowski un reconocimiento internacional.

De inicio se aleja totalmente de la estructura tradicional de una sinfonía, del modelo que predominaba desde el siglo XVIII, un allegro de sonata, un andante, un Minueto y trio (a partir de Beethoven este lo cambió por un scherzo) y un rondó final.

Su primer movimiento es una estructura de forma sonata,[2]inicia con una innovación, con un solo de violín; el segundo tema es el contraste tradicional que es necesario para el equilibrio temático y armónico. En el desarrollo se conforma por grandes fragmentos que llevan a momentos de gran intensidad sonora. En este movimiento algunos especialistas identifican influencias de Max Reger, Scriabin y Gustav Mahler. Sin embargo se percibe su esencia personal con el uso de cromatismos muy característicos en otras composiciones de Szimanovsky. El segundo movimiento no tiene nada que ver en la forma tradicional, ya que se trata de un tema con seis variaciones; es como un divertimento donde muestra solos de algunos instrumentos que contrastan con tuttis orquestales. Las primeras variaciones son lentas, la tercera tiene un ritmo de vals. Irrumpe un acorde estridente de la orquesta que indica el inicio de la cuarta variación a ritmo de una gavota. Retoma el solo de violín para una quinta variante y el movimiento se va diluyendo poco a poco. El último tiempo es una Fuga, la forma mas perfecta del barroco y que el gran Bach la llevó a su esplendor y perfección; en este caso Szimanovsky, retoma la forma e inicia con un dramático tema cromático que contrasta a través de su orquestación, creando momentos de grandilocuentes.

El éxito en Viena de esta segunda sinfonía hace que Karol Szimanovsky se quede en esta ciudad y entable amistad con dos grandes revolucionarios musicales, Debussy y Ravel.

Moje serce w Xalapie
(Mi corazón en Xalapa)

Hace algunas décadas la OSX era criticada y señalada como una orquesta de extranjeros, la orquesta polaca, etc.; algo de esto es cierto, pero todo tuvo varios motivos, así como varias respuestas.

Nuestra querida orquesta tuvo sus primeros extranjeros desde los años cuarenta, el director de entonces, José Yves Limantour, nació en Francia, aunque de padres mexicanos; Ernesto Marquina fue uno de sus oboístas principales y era de origen español. Años más adelante llegó un chelista cubano, Miguelito Sánchez. Pero a partir de la primera época de Francisco Savín (1963-1967), se puede apreciar en una colección de fotografías una importante cantidad de músicos extranjeros que emigraron a esta ciudad para integrarse a la OSX. Entre ellos destacaron los italianos Rino Brunello y Horacio Baldasarri, los guatemaltecos Fernando Penagos y Héctor Ovalle y el español Manolo Baixauli y el salvadoreño Pedro Bolaños. Pasó el tiempo y en la década de los setenta se viene una inesperada crisis, el número de sus integrantes bajó de manera considerable; circunstancias externas fueron las causantes de esta situación. El director era el Mtro. Fernando Ávila, quien fue resolviendo el día a día, diversificando la actividad de la sinfónica, logrando mantener de manera inteligente su programación.

Esta crisis de ejecutantes propició que en 1972 se publicara una convocatoria nacional para la contratación de músicos para la OSX y la Orquesta de Cámara de la UV; esto se logró con el respaldo de la Universidad Veracruzana, siendo su Rector el Dr. Rafael Velazco Fernández. Dicha convocatoria no tuvo éxito. Ávila continuó con su esfuerzo para contratar músicos. Para 1973 se contaba con 58 integrantes, de los cuales 16 eran extranjeros, que provenían de Alemania, Japón, Corea, Estados Unidos, España, Italia y Centroamérica.

En ese año llegó a la Rectoría de la Universidad Roberto Bravo Garzón, un personaje que cambió de manera radical la perspectiva de la institución. La impulsó a una descentralización académica y administrativa y otorgó un gran apoyo al desarrollo de la cultura universitaria, proyectándola hacia los ámbitos estatal, nacional e internacional. 

Primer Viaje a Polonia.

En 1974 Ávila realizó el primer viaje a Polonia para audicionar instrumentistas a través del Ministerio de Cultura Polaco y con el apoyo del escritor orizabeño Sergio Pitol, quien se encontraba como agregado cultural de la embajada de México, en ese momento se logró la contratación de siete violinistas y una violista.

El primer músico polaco que vino a la orquesta fue el violinista Mauricio Mazurik quien llegó a mediados del mes de noviembre de 1974. De su primer día en Xalapa, cuentan sus compañeros, que pasó la noche durmiendo en la puerta de una iglesia, abrazando su violín, ya que nadie lo había esperado en la central de autobuses. La segunda persona que llegó el 1o. de diciembre del mismo año fue Janina Harasymowicz. Tanto Jainina como Mazurik tocaron en el célebre y recordado concierto de la Novena Sinfonía de Beethoven, un evento donde la danza contemporánea se conjugó con la magistral partitura del músico alemán.[3] Esta fue la última actividad de Ávila como director de la OSX. 

A partir de enero llegaron a la ciudad de Xalapa: los violinistas Yadwiga Klotewska, Elzbieta Boniakowska, Andrezej Zaremba, Wladislaw Halon y Pola Luboniecka, viola. Otro músico de este primer grupo fue Adam Wajda, quien se incorporó tiempo después a causa de una enfermedad. La Mtra. Janina señala que en su contrato inicial se establecía que además de tocar con la orquesta, debían dar clase a tres estudiantes de la Facultad de Música de la UV. Esta medida logró que la planta docente de la facultad se enriqueciera con muchos de estos maestros. Una gran cantidad de los alumnos que estudiaron con ellos, en la actualidad son parte de esta y otras sinfónicas del país, así como solistas y maestros. 

A la salida de Ávila, se tuvo la necesidad de nombrar un nuevo director, responsabilidad que recayó en la figura de Luis Herrera de la Fuente, quien puso, por decirlo así, dos condiciones, la primera era mejorar la situación económica de los integrantes de la OSX y la segunda la contratación de nuevos músicos.

A partir de la presencia de Herrera la comunidad de músicos polacos fue aumentando, algunos se quedaron de manera definitiva y otros solo estuvieron un tiempo y continuaron sus carreras en otros países. En particular los polacos de la segunda etapa, como lo he normalizado a partir de programas de mano de diferentes años, se pueden enumerar a Stanislaw Kawala como concertino, Lech Borowicz (violín) Alicja Jastrzebska (viola) Andrzej Kalarus, Miros?aw Szklarczyk (ambos en el contrabajo) Mieczys?aw Kuzielczuk (violonchelo) Jerzy Lemiszka (fagot) y Martha Slesziak (piano). Muchos de ellos viajaron con sus familias a una nueva ciudad y vida. El caso de Martha Slesziak fue interesante, con ella vino su esposo Eugenio, quien se incorporó a la Facultad de Música convirtiéndose en uno de los pilares fundamentales de la enseñanza musical de la facultad. Así como el Mtro. Slesziak se fueron incorporando otros polacos como Lidia Kuzielczuk y Riszard Siwy.

En 1980 se fundó una nueva orquesta de la Universidad, también a iniciativa de Bravo Garzón, la Sinfónica de Veracruz, cuya sede estaba en el puerto. De sus 55 integrantes, 51 eran extranjeros y solo 4 mexicanos. Obviamente que en ella se encontraban polacos: Tadeusz Zymabk Warsawa, como concertino; Andrzej Kapica, Maria Orzechowska, Agnieszka Maklakiewicz, Andrzej Dechnik, Stanislaw Pierozek, Czeslaw Pierarski, Jerzy Golka, Kazimierz Jedrusiak y Leszek Lesniak y Riszard Zeringer. Al desaparecer la orquesta, algunos de ellos se quedaron en Xalapa, ellos fueron Riszard Zeringer, Agnieszka Maklakiewicz y Andrzej Dechnik. Mas adelante se incorporaron a la actividad musical de la universidad, Barbara Kamienska, Anna Maklakiewicz, y Tehodor Pawlik.

Pero no solo la sinfónica xalapeña abría sus puertas a la comunidad polaca, hay otros casos, por ejemplo, cuando la Mtra. Alicia Jastrzebska viajó con su esposo, Irek Mikolajeczuk, este se convirtió en un profesor muy apreciado de la Facultad de Artes Plásticas. Elka Fediuk, con su impactante personalidad, fue actriz y docente, además de Directora de la Facultad de Teatro y Directora General del Área Académica de Artes de la UV. Djanja Raszimovich fue un relevante maestro de educación física que laboró en la dirección de actividades deportivas. Una mención especial es para Viktor Gorka, uno de los más destacados diseñadores polacos, fue invitado por el maestro Carlos Jurado, para impartir clases en la UV de dibujo y diseño de cartel durante los años setenta y ochenta. 

Haciendo un poco de historia, me permito recordar que desde los años cuarenta, la presencia de músicos polacos como solistas de la Orquesta fue muy importante. El primero de ellos fue, ni más y menos, el notable violinista polaco-mexicano Henryk Szeryng, quien se presentó en diversas ocasiones como solista. Ya con Herrera fueron solistas Piotr Paleckny, pianista de una gran trayectoria, premiado en el célebre concurso internacional de piano Chopin y Konstanty Kulka (1947) un destacado violinista, ganador de concursos internacionales como el Paganini de Génova y el ARD de Munich, Alemania. Como parte del Festival Junio Musical de 1998 organizado por la Orquesta Sinfónica de Xalapa, fue invitado a dirigir uno de los más sobresalientes compositores del siglo XX: Krzystof Penderecki (1933-2020).

La comunidad musical polaca no solo ha estado presente en la música de concierto de la OSX; con varios de ellos se integraron dos grupos de música de salón, el Grupo Musical Polonia y el Trío Varsovia. Como podemos observar ambos conservaron una parte de su identidad, sus títulos, Polonia y Varsovia, nos indican el arraigo nacional de ellos.

El caso de Siwy es muy interesante, además de haber sido un destacado docente de la Facultad de Música, su obra creativa está influenciada por las hondas raíces nacionales mexicanas. Dos de sus obras en particular reflejan estos conceptos la identidad que se fue interiorizando en la vida de Siwy, el Himno a la Universidad Veracruzana y el Himno a Veracruz, en el que trabajó con un notable escritor veracruzano, Francisco Morosini (1946-2006). Ambos himnos son un reflejo de la apropiación de una identidad mexicana y de pertenencia universitaria.

Este fue un recorrido relámpago de la relación intercultural de Polonia y México. Los conceptos de identidad y de apropiación de valores, han hecho que la comunidad polaca en Xalapa sea un singular ejemplo de la convivencia social. De la primera migración en 1974 a 2024, han transcurrido 50 años de mantener una relación provechosa entre ambas comunidades; como miembros de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, de la Universidad Veracruzana y de la Facultad de Música, pero, sobre todo, de una ciudad que no solo los recibió en su seno; los hizo parte de sí misma, convirtiéndolos también en Xalapeños por adopción. 

Enrique Salmerón
Facultad de Música de la UV

 

Fuentes:

Entrevistas:

Adam Wajda, Junio 2024.

Agnieska Maklakiewicz, Septiembre 2024.

Janina Harasymowicz, Agosto 2024.

Ryszard Siwy, Septiembre 2024.

Bibliografía:

Abiusso, Mariano, Frédéric Chopin, Conicerto No.1 en Mi Menor para piano, Op. 11.

Martínez Miura, Enrique, “Szymanowski, impulsor de la música polaca del sigloXX”, Revista Scherzo, Madrid, España.

Shoenberg, Harold C., Los Grandes Pianistas, La música y los músicos, Javier Vergara, editor, Argentina, 1990.

Webgrafía

Arévalo González, Raúl, Espectacular Halka de Moriuzko, Mundoclásico.com, consultada 11 de noviembre, 2024.

Marcos, Ricardo, Halka, de Stanislaw Moriuzko, Proopera.org.mx, consultada 28 de noviembre de 2024.

Santini Dupeyron, Alejandro, Halka de Stanislaw Moriuzko, Melomanodigital.com, consultada 28 de noviembre 2024. 

 

[1] Harold C. Shoenberg, Los Grandes Pianistas, La música y los Músicos, Javier Vergara, editor, Argentina, 1990, p.123.

[2] Como una construcción arquitectónica, la forma sonata se conforma, de manera general y sin entrar en particularidades, en tres grandes partes: Exposición-Desarrollo-Reexposición.

[3] Un evento multidisciplinar que marcaba uno de los intereses del Lic. Bravo Garzón, la multidisciplinariedad de las artes.